¿Quién no ha dudado? ¿Quién no ha pensado dar marcha atrás? Tirar la toalla es una opción, ¿o no…? Nuestro montañero sufre las consecuencias del agotamiento, físico y mental, de una dura ascensión al Himlung Himal. ¿Se rendirá? Cada vez hace más frío y cada vez se siente más débil, pero hay un resorte que le funciona, su pasión. Y el recuerdo de su cálida Mallorca, eso le hace sonreír y entender que tirar la toalla, no es una opción…
LA DUDA ES PARTE DEL CAMINO
Si no te has puesto el antifaz, la primera luz del alba que penetra en la tienda te despierta sin remedio. Es la hora más fría. Te remueves dentro del saco de dormir buscando algo de un calor que escapa de tu cuerpo como el vapor del agua hirviente. Es difícil volver a conciliar el sueño, y solo quieres que amanezca para beber un té caliente. El proceso de aclimatación a la altura precisa de días, incluso semanas, para generar suficientes glóbulos rojos que compensen la falta de oxígeno. Así que hay que ir subiendo a los campos de altura, y cuando la cima está más cerca… volver a bajar al campo base para que el organismo asimile esos cambios. Es duro alejarse del objetivo, aunque sepas que es necesario hacerlo. Nunca antes tuve ante mi una metáfora tan clara de aquella máxima de vida: un paso atrás para impulsarte… y avanzar dos.
Pero al mismo tiempo que se produce esa aclimatación, el cuerpo va sufriendo un desgaste paulatino. Todo el metabolismo está acelerado para combatir el frío, cuesta más alimentarse bien y descansar, y eso se traduce en una pérdida de peso y un debilitamiento orgánico progresivo. Uno es consciente de ello, y por eso aparece la ansiedad por atacar la cima cuando antes. Este es otro factor a controlar.
Observo el techo helado de la tienda por efecto de la condensación, de un blanco impoluto, como si los copos se burlaran de la ley de la gravedad y estuviera nevando hacia arriba. Cierro los ojos y siento el frío intenso en los párpados, la única parte de mi cuerpo que no está tapada. Y entonces pienso que la duda es parte inherente de nuestras vidas, aquí arriba, tan cerca del cielo, o a nivel del mar. Solo los fanáticos no dudan, y además no tienen sentido del humor. Así que sonrío, recuerdo el calor del paraíso en forma de playa mallorquina, y dejo que mi pasión por la belleza himaláyica que aparecerá de nuevo al amanecer vaya ahogando poco a poco las dudas. Duermo otros cinco minutos.